La paradoja de los jóvenes machistas.

Las nuevas tecnologías o la mayor precocidad explican el repunte de la violencia de género entre menores.

Los últimos estudios sobre machismo entre adolescentes en España muestran una paradoja. Cada vez son más los que rechazan la violencia de género, pero también los que la ejercen, la sufren o la justifican. La inmensa mayoría considera completamente inaceptables las agresiones físicas o verbales, pero no otros DOCU_GRUPOcomportamientos que los expertos califican de «control abusivo». Según una encuesta presentada el pasado martes por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, casi uno de cada tres jóvenes consideran «aceptable en ocasiones» o «inevitable» al menos una de estas actitudes: controlar las relaciones con amigos o familiares, qué puede o no puede hacer o sus horarios.

«Todos tenderíamos a creer que la generación joven está mejor», asegura María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense (Madrid) y directora de dos de los principales estudios elaborados sobre la cuestión. «Pero cuando les hemos preguntado a las chicas si han sufrido algún acto de violencia de género de una lista, en la mayoría de casos hay un aumento». La investigadora dirigió un par de grandes encuestas, en 2010 y 2013, por lo que puede comparar la evolución. Reconoce que los resultados fueron una sorpresa. «No los esperábamos», asegura. ¿Qué actitudes repuntaban? «Me ha intentado controlar hasta el más mínimo detalle, ha usado mis claves para acceder a mis cuentas en redes o me ha hecho sentir miedo, entre otras», aclara la investigadora. De las pocas que no subió fue «me ha pegado».

«Con los datos que tenemos parece que el machismo ha bajado pero la violencia de género ha subido», asegura Díaz-Aguado. ¿Pero cómo se puede explicar que aumente la violencia de género cuando baja su principal causa? En realidad, reconoce, aún no tienen una respuesta clara a esta pregunta, aunque sí ha identificado dos posibles explicaciones al repunte en los actos de violencia de género. «¿Qué es lo que más había cambiado en los tres años entre ambos estudios?», se pregunta. «Las nuevas tecnologías para comunicarse, que han supuesto un cambio tremendo», sentencia.

«Casi uno de cada cuatro adolescentes aseguró en 2013 que dedica más de tres horas diarias a comunicarse con otras personas a través de internet o el móvil, y esto ha cambiado sus relaciones de pareja», explica Díaz-Aguado. Por ejemplo, señala, el porcentaje de las que se ven a diario bajó del 65% al 42% en tres años. Su vida, dice, la viven ahora a través de las nuevas tecnologías. Y el cambio ha sido más brusco entre ellos que entre los adultos, que no han sido capaces de idear respuestas educativas lo suficientemente rápido.

El otro gran cambio, apunta, es que ha bajado en seis meses la edad de inicio de la primera relación de pareja. «Antes era de trece años y siete meses y ahora, de trece años y un mes», recalca la catedrática. «Y hemos detectado en tres estudios diferentes que los chicos que ejercen violencia de género iniciaron su primera relación antes que el resto de la población».

Tampoco hay una explicación definitiva de por qué estos dos factores han contribuido a aumentar la violencia de género entre los adolescentes, aunque la investigadora tiene su hipótesis. Una combinación de falta de madurez, de uso intensivo de las nuevas tecnologías -«que reduce la sensibilidad a determinadas conductas de control abusivo»- y de exposición a los mitos del «amor romántico». «Por el amor hay que darlo todo, el amor lo puede todo, quien bien te quiere te hará llorara, el amor lo arregla todo», apunta Díaz-Aguado; «son ideas peligrosas, pero no nos ha dado tiempo a ayudarles a tomar conciencia de ello. ¿Cómo vas a creértelas y luego no dejar que te controlen el horario?».

Aun así, explica, los resultados de la última encuesta elaborada por el Ministerio apuntan tres variables que afectan a los resultados: «Conocer la Ley integral contra la violencia de género, conocer el 016 -el teléfono de ayuda a las víctimas- y recordar alguna campaña de sensibilización». Los jóvenes que cumplen alguno de estos criterios son más críticos con cualquier clase de violencia de género. Los que han estado más expuestos a la explicación de que el control abusivo es una forma de violencia de género, dice, son más propensos a rechazarlo.

En esta línea incide también Silvia López Rodríguez, investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid sobre políticas públicas y violencia de género. «Más que si hay más o menos jóvenes con estas conductas, es importante saber por qué persisten», afirma. «Y lo que hemos detectado es que ha desaparecido el discurso político de la desigualdad de género, y también las políticas públicas que se encargaban de esto». El discurso de la crisis, denuncia, frenó el de la desigualdad de género. «En la perspectiva en la que yo me muevo, los líderes políticos construyen problemas públicos en su agenda. Y el hecho de que no exista un discurso institucional sobre un tema hace que no se genere sensibilidad hacia él», asegura.

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