La semana pasada el Dr. Howard Gardner, el creador de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, visitaba el Colegio Montserrat de Barcelona para hablar con alumnos y profesores durante las actividades de aula y observar la aplicación de su teoría en la práctica real.
Una de las asistentes, Meritxell Viñas, nos ofrece este resúmen que puede resultar de nuestro interes.
1. No es necesario medir las inteligencias múltiples de los niños a menos que haya un problema de aprendizaje
En nuestra tradición por cuantificar la inteligencia en un número IQ, muchos padres y madres desean medir las inteligencias múltiples con las que nace su hijo. Howard Gardner no es partidario de ello. Si el niño está feliz y tiene intereses personales, hobbies y amigos, lo mejor es dejarle tranquilo. En la mayoría de casos los padres ni siquiera han pensado el propósito del test ni si los resultados les harían variar de algún modo la educación que reciben sus hijos.
Adicionalmente el tipo de test que se utiliza frecuentemente para evaluar la inteligencia son los tests de respuesta múltiple o respuestas cortas, a veces con lápiz y papel o con un ordenador, pero que por su naturaleza únicamente miden un tipo de inteligencia. Como consecuencia, sólo los niños con una buena inteligencia lingüística y lógica, harán un buen test.
Si se desea evaluar las inteligencias múltiples en un niño es importante crear entornos de evaluación en donde los niños tengan que usar una inteligencia en concreto y observar su comportamiento. Podríamos evaluar por ejemplo:
Inteligencia espacial: Crear un espacio en donde los niños tengan que montar y desmontar objetos conocidos.
Inteligencia musical: Presentarles instrumentos para ver si son capaces de crear o reproducir melodías que hayan escuchado.
Inteligencia lingüística: Observar la expresión oral proponiendo recitar poemas, aprender vocabulario nuevo o introducir un idioma extranjero.
Inteligencia corporal: Practicar diferentes actividades físicas desde la gimnasia, el fútbol, el tenis hasta pruebas de atletismo, equilibrio y fuerza.
Inteligencia naturalista: Identificar o enumerar diferentes elementos de las plantas, animales o personas de su entorno, ya sea a simple vista o con una lupa.
Inteligencia lógico-matemática: Jugar a juegos de ajedrez o laberintos.
Inteligencia interpersonal e intrapersonal: Proponer una actividad de equipo en donde los niños tengan que relacionarse entre ellos, tomar la iniciativa y consensuar decisiones. La dinámica de grupo identifica a niños con capacidades de liderazgo, de escucha, de conciliación o de empatía con las dificultades de los demás, así como las capacidades individuales para superar la presión, el error o el fracaso.
Howard Gardner nos remarcaba que el conocimiento de aquellas inteligencias predominantes y aquellas débiles en un niño es sólo importante cuando hay algún tipo de problema. En ese caso necesitas saber la naturaleza del problema y averiguar si la actividad planteada o el entorno le crea un problema por su falta de aptitud en una inteligencia concreta. En estos casos el profesor se enfrenta al reto de ofrecerle la oportunidad de aprender de forma diferente con una actividad más adecuada a sus habilidades.
Los profesores han de atraer con sus actividades a una amplia gama de inteligencias. Algunos estudiantes aprenden de forma visual, otros prefieren experiencias más táctiles, otros necesitan oír la información presentada de forma oral. Todos los educadores deben asumir que en cada clase existe una diversidad cognitiva y han de presentar la información de forma variada.
2. El tiempo dedicado a desarrollar cada una de las inteligencias no ha de ser necesariamente el mismo
Según nuestra lotería genética nacemos con unas inteligencias más desarrolladas que otras. Mientras un niño es un atleta nato, otro aprende a leer a los 4 años y otro es capaz de capaz de dibujar con suma perfección.
La pregunta que un padre o madre se hace con frecuencia es si debemos concentrarnos en el desarrollo de aquellas inteligencias en donde nuestro hijo ya tiene cierta ventaja desde el inicio de su vida o por el contrario intentar dedicarnos a las inteligencias más débiles para compensar ese desequilibrio.
Según Howard Gardner no hay una respuesta correcta o incorrecta. Podemos promover aquellas actividades que motivan más al niño dado su inteligencia en ellas o por el contrario reforzar aquellas habilidades que personalmente encontramos importantes para su futuro.
Si un niño tiene facilidad para aprender idiomas, podemos exponerle a más lenguas extranjeras que a otro, pero si vemos que tiene dificultad en operaciones lógico-matemáticas, podemos introducirle a juegos como el ajedrez para reforzar el desarrollo de esa inteligencia. A medida que el niño se hace mayor, será él mismo quien decida qué y cómo desea aprender.
3. Los padres han de evitar el narcisismo positivo y el narcisismo negativo
En el afán de conseguir todo el potencial intelectual de un hijo, a veces un padre superpone su agenda personal al interés y la habilidad del niño. Un narcisismo positivo se da por ejemplo cuando un padre que es muy buen tenista, impone o insiste en que el hijo practique ese deporte para que él también lo sea.
También existe el caso contrario, el narcisismo negativo, en donde el padre no es un buen tenista pero impone ese deporte para que el hijo sí lo llegue a ser. Ambas situaciones son perjudiciales en su educación.
4. La tecnología crea dependencia en los adolescentes y los padres debemos dar ejemplo y supervisar su uso.
Howard Gardner, junto con Katie Davis, llevaron a cabo en el 2008 un detallado estudio sobre las actividades de los jóvenes en los medios digitales y sus efectos en la vida con énfasis en tres aspectos importantes de la persona: identidad, intimidad e imaginación. Con los resultados de este estudio publicaron el libro “The App Generation“, la Generación de las Apps.
El libro enfatiza que no todas las Apps son iguales en sus efectos en los jóvenes. Mientras ciertas aplicaciones liberan de tiempo en actividades rudimentarias (Apps de productividad, de educación, de diseño, etc.), otras crean dependencia, especialmente las redes sociales. Los jóvenes dependen de ellas para encontrar respuestas a todas las cuestiones, para expresarse y para interactuar con otras personas.
Gardner nos habló de tres conclusiones básicas en este exhaustivo estudio. El primer resultado nos indica que los adolescentes pasan un gran cantidad de tiempo cultivando una identidad propia y “deseable” en la red según sus parámetros y los establecidos por el grupo. Esta identidad externa es su marca personal, que no siempre es auténtica ni refleja la realidad completa de la persona.
Como consecuencia, el adolescente se siente restringido por una identidad que ha ido representando a lo largo del tiempo en las redes sociales que en muchos casos le impide explorar y expresar la evolución de la misma.
El segundo resultado nos muestra que los adolescentes están siempre conectados a través de actividades en las redes sociales, pero estas conexiones tienden a ser más superficiales.
Esta superficialidad se debe a la dificultad de conectar de forma significativa con cientos de amigos en Facebook y demás redes sociales y también a la reticencia de mostrar cualquier vulnerabilidad. Mostrar debilidades y problemas es clave para acercarse o llegar a intimar con otra persona y desarrollar una relación de confianza.
Los adolescentes reconocen que prefieren las comunicaciones con otras personas por mensajes de texto al ser rápido, fácil y contener menor riesgo. El peligro recae cuando las Apps como Facebook, Twitter o WhatsApp se usan para reemplazar las relaciones personales, el cara a cara, empobreciendo la experiencia humana.
El tercer resultado indica que la tecnología ha mejorado la imaginación gráfica y creativa de los adolescentes aunque la escritura literaria tiende a ser más mundana y con vocabulario común.
Howard Gardner, ante la inquietud de los padres en este tema, comentaba la dificultad de la situación para conseguir que los beneficios de la tecnología como herramienta de aprendizaje sobrepasen a los peligros de dependencia y entretenimiento banal. Ofrecía dos consejos concretos:
Ser el modelo a seguir de nuestros hijos. Si queremos que desconecten, es primordial dar ejemplo propio mostrando cada día que nosotros somos capaces de desconectar de nuestros teléfonos móviles, tabletas y portátiles. Hay que fomentar el uso moderado de la tecnología para dedicar tiempo a otro tipo de actividades que implican conversaciones y experiencias en la vida real.
Enseñarles habilidades de cálculo y programación para que ellos mismos puedan modificar o crear sus propias Apps trasladando la dependencia a la capacidad de transformación y dirección de sus objetivos con ellas.
5. Ser inteligente y ser persistente no es suficiente para que tu hijo llegue a ser un buen profesional.
En los últimos años Howard Gardner ha realizado una revisión importante de la Teoría de las Inteligencias Múltiples. Matiza que aunque aparentemente poseer un alto nivel de desarrollo en las inteligencias múltiples y ser capaz de esforzarse ante la dificultad, parecen las claves del éxito profesional y personal, realmente no es suficiente.
Gardner nos remarca que es indispensable que uno dirija y aplique esas dos habilidades con fines positivos y éticos que le conviertan en: una buena persona, un buen trabajador y un buen ciudadano. Esta observación dio lugar al proyecto The Good Project que responde a muchas de las preguntas éticas relacionadas con este tema.
Gardner ilustra siempre su argumento con el ejemplo de Adolf Hitler. Tanto él como su ejército demostraron un alto grado de entrega en su trabajo, pero ese esfuerzo iba dedicado a actividades crueles y criminales.
Igualmente cabe destacar que todos conocemos empresas de éxito con directivos inteligentes que trabajan duro, pero que en un afán de enriquecerse personalmente mienten, manipulan la información y realizan operaciones ilegales o poco éticas. Estas acciones, como fue el caso de la Banca en Europa hace unos años, acaba teniendo consecuencias desastrosas en otras personas perdiendo su trabajo y sus ahorros. No podemos considerar a estos ejecutivos como buenos profesionales.
Gardner define a “un buen trabajador” como una persona Excelente, Comprometida y Ética. Si trasladamos estas características a un buen educador se trataría de una persona con un amplio conocimiento de su materia, con gran motivación por su trabajo e interés por los niños y una persona que entiende que en ocasiones tendrá que tomar decisiones difíciles, con intereses contrapuestos y tendrá que evaluar con rigor el camino que considera más correcto. Cuando se equivoque, aprenderá de sus errores.
Fuente:Recursos TIC para profesores